viernes, 31 de octubre de 2014

ele.


Arthur Meehan.




digo que veo una montaña.
digo que la montaña va hacia arriba.
digo que la montaña te lleva hacia algún lugar
digo que la montaña no te lleva a nada
digo que la tempestad se aloja en los contornos
que el terreno hace pie en la ceguera,


digo que escalar es sendero estático
que la concavidad alberga precipicio
que las manos
albergan precipicio
que el precipicio siempre hace ancla en un nombre propio.


digo el vértigo:
rodillas ajadas en el silencio,
caverna y vísceras.
digo,


que las montañas no tienen faro
tienen remolinos,
brazos apostados hacia el centro
cerraduras inconclusas dilatando lo invisible
deshielo aprisionado en las rendijas.


digo que veo una montaña.
digo que veo una montaña sólo cuando estoy en ella.
digo que la montaña se está moviendo
que la montaña tiene nervaduras y ácaros
-un principio esotérico-
grieta de cimientos en la palabra intrusa.


digo que la montaña se respira
late
se tiembla,
que la montaña está rugiendo.
digo
que la montaña soy yo.





miércoles, 22 de octubre de 2014

rotos

soñé que abrían mi vientre.
la parte de abajo  -en el costado derecho.
a través de la incisión de no más de cinco centímetros
un hombre metía sus dedos y acomodaba mis órganos.
yo no estaba asustada,
tampoco me dolía, sólo
observaba
unos dedos
hurgando mis entrañas y sentía
la otra mano
acariciando mi cabeza.
estate tranquila, me decía él mientras
cerraba la herida con hilo bordó.
cuando terminó
yo estaba llorando.
él tomó mis manos para que pueda levantarme.
en ese momento pude darme cuenta que era un sueño y me dije
que era  lógico tenerlo.
pasé las últimas semanas rodeada de cirujanos y hospitales.
de heridas.
cuando me desperté, seguía siendo de madrugada.
con los ojos abiertos pude visualizar quién era aquel que había tocado mi carne
mientras dormía.
recordé que el día anterior había hablado con alguien sobre si
los que estamos rotos
siempre buscamos rotos
para repararnos.
en mi sueño alguien me había abierto.
por ese mínimo espacio se enchastró con
todo lo innombrable que tengo, y
de algún modo
me reparó.

él nunca
va a saberlo.

miércoles, 8 de octubre de 2014

más allá.





no hay modo de aplicar en la vida con un paracaídas, una hoja de ruta, un ciempiés y una linterna. si trazamos una línea divisoria entre el bien y el mal, la cobardía sería el vector que sostendría cualquier definición respecto al tiempo. de este modo, es lógico que se me dé tan naturalmente la impuntualidad. cualquier orden temporal es lo más parecido a la sustancia creadora de estatuas.
somos quietos        somos       el punto ciego de la homeostasis “todo movimiento psicofísico que exceda el umbral de la consciencia, está tocado por el placer en la medida que se acerca completamente a la estabilidad, y al displacer, en la medida que se desvía de ella”. el punto máximo de excitación nos exige, nos requiere, nos ruega, arrancarnos cualquier indicio que nos acerque peligrosamente al principio de constancia.
cada discurso cada luz que se apaga en mi casa, se convierte en el estado de oscuridad que dibujo como en una cuadrícula dentro de mi cuerpo. la mitad de mi casa permanece en la ceguera. mi cuerpo –continuidad endeble del deseo- hay que caminarlo a tientas para no chocar        para estrellarse. 



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*el entrecomillado pertenece a un fragmento de 
Más allá del Principio el Placer, de S. Freud.
Tomo XVIII, Obras Completas.